sábado, 18 de agosto de 2018

No me sueltes nunca



Muchas veces intentamos que nuestros amigos entiendan algo que realmente no es posible: a ver las cosas como nosotros, a ponerse las gafas de nuestra experiencia y juzgar a través de nuestros actos para aprender de esos errores que quizá ya cometimos en un pasado no demasiado lejano y que queremos evitar que ellos repitan. 

Pero nunca nos paramos a pensar, que el problema reside en nosotros, en llegar a asimilar que si ese amigo no ha reconocido la ostia terrible que está a punto de darse, es que todavía le faltan partes para completar la historia, para entender que la única combinación final no va a ser la más bonita, sino todo lo contrario, contra la pared y con los brazos bien abiertos para recibirla. Seguramente, descubrir esas partes que todavía se encuentran ocultas, compondrá una de las elecciones más dolorosas que alguna vez haya tenido que hacer en su vida. Pero entonces, y solo entonces, podrá ser capaz de completar el rompecabezas que tanto le atemorizaba y ver que hay personas que es mejor no cruzárselas en toda la vida, o que hay caídas evitables incluso con los ojos cerrados y el corazón en la mano. 

Pero claro, una vez que has vivido los hechos de esa manera, una vez que tú también has pasado por ese mismo aro que a veces se llena de fuego y otras, al pasar, te eriza la piel con su tacto frío, te es más fácil reconocer los momentos que no encajan, las caricias simuladas y los besos incorrectos. 

Por eso tú, como amigo indudable y fiel confidente, estarás ahí para apoyarle. Nada de decirle te lo dije, proque sus oídos todavía no te estaban escuchando. Es la oportunidad perfecta para mirarle a los ojos atentamente y decirle:

Te entiendo, porque yo también lo hice.

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